En el corazón del budismo está Samsara, cuyo ciclo de renacimiento son los seres que aún no han alcanzado la iluminación o la liberación suprema.
Comúnmente llamado reencarnación en Occidente, este ciclo de existencias condicionadas es sin principio y se perpetúa por la acumulación de Karma y termina para cada ser cuando se alcanza el Satori o Nirvana.
Habiendo alcanzado el estado de iluminación en sí, el Buda ha decidido enseñar a otros el camino que conduce a él y al cese del renacimiento.
A diferencia de las otras filosofías de la India, como el jainismo, el brahmanismo o el hinduismo, en el budismo, no hay un yo permanente, ningún alma que navegue desde el renacimiento hasta el renacimiento, sino una simple asamblea condicionada por fenómenos corporales y mentales.
Cuando hay un pasaje a la próxima vida, nada se transfiere, nada de «nosotros» va de un lugar a otro, solo nuestro Karma continúa.
Cómo explicar esta falta de yo? Todo en el Universo es nulo, sin sustancia, incluido el ser humano, porque no hay nada que dependa de todo lo demás. Todo es por naturaleza interdependiente, por lo tanto vacío de su propia existencia. De esto fluye la doctrina budista del Anatman, la ausencia o inexistencia de un yo permanente.
La práctica de Zazen nos permite resolver nuestras ilusiones, purificar nuestro Karma y lo último sin siquiera querer, sin deseo, nos lleva a la liberación en el ciclo del renacimiento y los muertos.